Desmarque de apoyo: Volver a ser un niño, de David Dóniga

Artículo compartido del blog La Charla del Míster, enmarcado en la web La Planificación Futbolística de David Dóniga (publicada el 08/03/2015).

Tras dos experiencias en fútbol profesional en menos de un año, en primera división de Bolivia con Jorge Wilstermann y en la misma categoría de EAU, con el Al Wasl de Dubai, espero al próximo proyecto disfrutando, en estos tres últimos meses de competición, con otro trabajo, no menos profesional, pero con fútbol base.

La semana pasada comencé mi labor como técnico en el infantil A del DAV Santa Ana, de División de Honor de la Federación de Fútbol de Madrid.

Como vengo criticando en estos últimos tiempos, en lugar de afrontar esta etapa como un “reto” para mí como entrenador, me dispongo a ponerme al servicio de un grupo de niños para su progreso y diversión haciendo lo que más les gusta. A ayudar a explotar todo su potencial, a coordinar sus esfuerzos, a estimular su aprendizaje. A generar situaciones cuya práctica les repercuta positivamente en el afianzamiento de habilidades y comportamientos, en comprensión y en experiencia. En jugar cada vez mejor al fútbol y, de ese modo, divertirse mucho más.

Vuelvo a ser un niño, como cada vez que tengo la maravillosa oportunidad de poner lo poco que sé y lo mucho que quiero saber a disposición de un grupo de chavales.

Pero el primer shock que, por desgracia, cada vez es menos impactante, surge de las sensaciones que me transmiten mis chicos y los rivales, los padres y los árbitros, lo que veo en los campos.

Resulta que estar alegre en el vestuario antes del partido está reñido con jugar bien; que los niños esperan charlas tácticas antes de vestirse; que los chicos no convocados o suplentes no reciben el mismo trato que los titulares; que se reciben tarjetas por protestar; que los árbitros son insultados desde la banda; que hay entrenadores que recriminan errores a sus niños; que se les condiciona en función del resultado…

Si nos metemos en aspectos meramente tácticos, la decepción es terrible: “si nos presionan y no podemos sacar en corto, jugamos largo”, en lugar de entrenar para mejorar los apoyos o la creación de espacios, o de generar superioridades numéricas sin dejar de abrir líneas de pase óptimas; “los saques, al área”, y desde todos lados se aprovecha al jugador más desarrollado biológicamente para llevar el balón  directamente a portería (por el “cielo”) y aprovechar la altura de los porteros, en lugar de engañar al rival llevándole al lado opuesto al que llevaremos el balón, por abajo, para no perder el control y llegar al área en condiciones óptimas de pase y tiro, teniendo en cuenta las dificultades para controlar el juego propias de la edad; “tras robo, pelotazo al punta”, curiosamente, el más alto del equipo, sin exigir un movimiento al espacio libre óptimo, puesto que, venga de donde venga el balón y en las condiciones en las que lo haga, siempre ganará porque está muy por encima de sus rivales; todo esto acompañado de niños que se dan la vuelta constantemente sin saber quién tienen detrás, apoyos que molestan más que ayudan por la acumulación de rivales y compañeros que no dan opciones de pase al poseedor; saques de banda para “ganar yardas” constantemente sin pensar que, en el lado opuesto, el espacio es exagerado para generar una situación peligrosa para el rival, o la escasez de amplitud en ataque con niños más preocupados de que no se pierda la posición defensiva si nos roban que a meter gol.

Cóctel explosivo que hace un daño terrible al progreso de unos niños que, con la excusa de competir, ni tocan el balón porque sólo va por el aire, ni hacen un control y un pase raso por riesgo a perderla, ni dan un apoyo separándose de la línea del rival por si acaso se la dan, a ver si la va a perder y le cae una bronca o un partido sin jugar. Y en el lado opuesto, cuando uno no tiene miedo, abusa de conducciones y regates. Errores estos, por cierto, que nadie corrige porque, “si se va y hace gol”, aunque lo que haga no tenga lógica el día que se enfrente a rivales de mayor nivel en el futuro, nos soluciona el partido.

Yo no quiero ser como los demás. Tampoco podemos, y soy cada vez más insistente, decir que algo es lo óptimo, por indemostrable, más no tengo duda de que, se entrene como se entrene, se debe estimular la creatividad y no la automatización, la libertad y no el miedo, la experiencia y no el encasillamiento. En definitiva, el jugar, el poder equivocarse, el disfrute, el fútbol, el futbolista.

Tengo la inmensa fortuna de tener en mi vida colegas de profesión a los que considero buenos amigos que me enseñan todas estas cosas. Cerca y lejos. Exfutbolistas profesionales que ahora entrenan y otros futbolistas que, como yo, hemos tenido menos recorrido, pero con unas ganas terribles de sacar lo mejor de cada grupo al que servimos. Ellos saben quiénes son. Les busco continuamente para crecer como técnico, porque saben mucho de esto y tienen claro que el fútbol es otra cosa y que así no vamos a mejorar. Pero ellos ya están convencidos y, lo que es mejor y les hace más grandes, con la mente abierta a seguir convenciéndose de aquello que sea positivo. Ese trabajo duro de cambio de mentalidad no lo tienen que hacer ellos.

Volver a ser un niño implica entender que el origen de todo fue una pista de fútbol sala del patio de un colegio, un parque de arena con los troncos de los árboles como postes o una plaza con bancos haciendo las veces de portería. Y el juego. No parar de jugar. Hasta que la luz no nos permitiese ver o llegase la hora de cenar o de volver a clase. Sin cortapisas, sin restricciones, con libertad, con la posibilidad de fallar una y otra vez, de probar, de experimentar, de copiar al bueno.

Y si entendemos eso, lo que se está haciendo no tiene sentido. Toca reflexionar y hacerse autocrítica. Ahí sí que habremos de dejar de ser un niño y asumir responsabilidades.

Feliz semana, amigos.

#desmarquedeapoyoFdB

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